top of page

Nervios de acero...o no

Durante todo el embarazo he estado bastante tranquila, incluso en el momento en el que rompí aguas en casa, estando sola, no perdí los nervios ni por un instante; se puso mi hermana mas nerviosa que yo al recibir mi llamada, y eso que por la mañana ya la había avisado que estuviese atenta porque me había empezado a sentir "rara". He sido aplicada en las clases de preparación al parto, con lo que sabía perfectamente qué me estaba pasando y cuáles eran los pasos a seguir, tanto en casa como cuando llegase al hospital... pero todo esto es siempre teórico, y por mucho que domines la teoría al dedillo, no estas realmente preparada para el examen práctico, aunque con más o menos nota este examen todas lo acabamos aprobando, el niño sale te pongas tú como te pongas.


Siendo primeriza, tuve una dilatación larga, por no decir eterna, así que después de veintinueve horas en las que mi cabeza ya iba y venía, igual que la epidural, no sabía que día era, si era de noche o de día, si habían pasado cinco minutos o tres horas, por fin llegó el momento de empujar. En estos momentos ya te da igual, te ha visto medio hospital y te han metido los dedos ahí abajo la otra mitad, lo único que importa es que todo acabe, verle por fin la cara a esa personita que en los últimos cuatro meses no ha parado de patearte las costillas, y cuando te lo ponen sobre el pecho sientes algo que nunca antes habías sentido, el amor mas puro y fuerte que se pueda imaginar se queda corto con lo que realmente sientes; es algo que con palabras nunca llegarías a poder expresar. En ese momento se te quita todo, el sueño, el hambre, el cansancio, se te olvida hasta lo que llevas pasado y se te olvida hasta que te están cosiendo tus partes íntimas mientras lloras de emoción como en las películas besando esa cabecita.


Siguiendo en mi línea, como todo el embarazo, los tres primeros días que pasamos en el hospital estuve bastante tranquila, muy segura de mi misma e intentando tranquilizar al padre. Fue todo genial, hasta el último momento, en el último chequeo del peque, la enfermera cuando ve al niño dice: "Este niño esta MUEEERTO de hambre". Estas palabras resonaran en mi cabeza hasta el último de mis días, toda mi seguridad se fue a la mierda en un abrir y cerrar de ojos, y dio paso a un llanto que por mucho que intentase contener mis ojos no respondían, se llenaban y llenaban de lagrimas una y otra vez. A los diez minutos ya tenía dos bolas de carne con pequeñas incisuras que supuraban lágrimas.


Para colmo, cuando llegamos a casa, teníamos una comitiva esperando para recibirnos, ¡qué suerte la mía! Estoy matando a mi hijo de tres días de hambre porque mis pechos aun no se han enterado de que el niño está fuera y MUEEERTO de hambre, he perdido los ojos en el camino de vuelta del hospital y hay veinte personas en mi casa para darme la bienvenida. El resultado de todo esto fue, mis ojos empezaron a producir más lágrimas de manera incontrolada (ya podrían haberse dado por aludidas las tetas y tomar un poco de ejemplo), el bebé en un gesto de solidaridad empezó a imitarme y las veinte personas de mi casa no tenían otra cosa que hacer que ponerse a dar consejos y opiniones acerca de lo que estaba pasando: ¿Tendrá hambre? ¡Esos son los gases! ¿Has probado a ponerlo de esta manera? ¿Por qué no le das un masajito? En mi cabeza sólo resonaba: ¿por qué no te vas a tu p... casa y dejas de decirme gilipolleces? Pero tengo el fallo de que, hasta en esos momentos, intento sonreír y no decir lo que pienso; aunque me habría ahorrado un día espantoso con solo una frase: "Todo el mundo fuera de mi casa".

Acabé escondiéndome en la cocina con el bebé, y como no cogía el pecho del sofocón que ambos teníamos, le endosé uno de los mini biberones que me dieron en el hospital por si necesitaba una ayuda mientras me subía la leche, y que casi me niego a coger, puesto que yo quería una lactancia materna exclusiva para mi niño. Lo cogió con tantas ansias que el "buchito" que yo pretendía darle para calmarlo y que luego me cogiese el pecho, se convirtió en medio bibi. Tuve que luchar contra la mini máquina de succión y hasta sudar para poder separarlo de la tetina. He de decir, que madres primerizas, no os agobiéis, después de esto mi hijo no ha vuelto a probar otro biberón, durante esa noche me subió la leche y llevo amamantando al peque con leche materna exclusiva desde entonces. No que nadie os diga como alimentar a vuestro pequeño, porque todas podemos solo hay que tener paciencia y dedicación.


A esas magnificas personas que estaban allí aquel fatídico día, lo siento, sois maravillosas y os quiero mucho, pero para cuando tenga el siguiente quedáis avisados, ¡no quiero a nadie en mi casa ese día! Y si vas a ser mamá por primera vez y estás leyendo esto, mi consejo es que vayas avisando ya a la gente de que el día de vuelta no es el día de visitas.



bottom of page